miércoles, 25 de septiembre de 2013

La llave.

Llegamos al planeta sin dinero, sin armario, sin contrato. Y nos vamos de la misma manera, sin nada. Sólo nos llevamos una llave.

La mayoría de personas viven a la deriva, sin saber qué buscan, pero lo van encontrando de forma inconsciente. Progresivamente nos vamos llenando de un tipo de aire cósmico que no se compra ni se vende, no se ve, no se toca, no se oye, pero no tenemos ninguna duda de que existe. Ni siquiera la ciencia se atreve a explicar qué es ni de dónde sale, imagino que debe venir de un lugar demasiado profundo. Ese aire al que llamamos AMOR es la LLAVE que abre todas las puertas con las que nos podamos topar en la vida. Si nos arrastra uno de sus torbellinos no podremos ofrecer resistencia. Es antídoto, remedio y consuelo. Abre las distancias y cierra los miedos. El objetivo es no perderlo, magnificarlo, disfrutarlo pero, sobre todo, compartirlo. 

El amor puede menguar o mutar, pero el que mantengamos antes del minuto previo a la muerte de nuestra carcasa física será eterno y creará lazos multidimensionales. Lejos de tópicos, el amor PUEDE CON TODO. Entre otras cosas, hace que el enfermo venza a su diagnóstico o que el pobre se sienta multimillonario. El amor aleja las piedras del camino y hace que el suelo parezca más blando.

Tengo la llave que lo abre todo.
Seguro que tú también.


domingo, 18 de agosto de 2013

Hoy trataré un tema al azar pero podría ser cualquier otro: el ORGULLO.

Normalmente nos empotramos con la realidad cubiertos de lubricante. Bueno, a veces nos estampamos sin él. Y es mejor la segunda opción porque duele más pero el golpe es tan severo que despiertas rápidamente. Es lo que se llama coloquialmente 'darse una buena ostia'. Dicen que gracias a éstas se aprende, yo pienso que también se aprende a base de leer o escuchar palabras inesperadas llenas de frialdad. Éstas te encapsulan el corazón.

Luego es cuando aparece el maravilloso orgullo. Hay días en que no soporto leer en Twitter frases 'célebres' de este estilo:

'Si no se modera tu orgullo, él será tu mayor castigo'. (Dante Alighieri)

'Nuestro carácter nos hace meternos en problemas, pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en ellos'. (Esopo)

'El orgullo engendra al tirano. El orgullo, cuando inútilmente ha llegado a acumular imprudencias y excesos, remontándose sobre el más alto pináculo, se precipita en un abismo de males, del que no hay posibilidad de salir'. (Sócrates)
Etc, etc, etc,...
  
Pues qué queréis que os diga. Creo que a veces el orgullo se convierte en un compañero residual más que aceptable: es todo lo que te queda cuando te han hecho sentir tan especial como una mierda.

Además el orgullo ayuda a reconfigurar nuestras sinapsis neuronales de cara a reconducir el futuro y no estancarte en el chasco. Al principio la debilidad está por encima de él, le va ganando por goleada, le juega malas pasadas, le hace la zancadilla para hacerte rebobinar,... Pero tras un período de tiempo indeterminado (preferentemente corto) el orgullo se acaba interponiendo de forma sistémica y acaba ganando terreno a cualquier amago amoroso. Entonces se convertirá en tu voz interior y hará un random con frases como: 'No seas gilipollas, ¡con lo que yo valgo!, ¿pero qué se ha creído?, ¡que le den!, etc'.

Y así irán pasando los meses, las semanas, los días o, con mucha suerte, las horas siguientes al shock emocional.

El orgullo es el antídoto al desamor, al desencanto, a la decepción. Así que no debe ser tan malo. Llegará un momento en el que dejará de sernos útil porque los sentimientos iniciales habrán mutado, el dolor habrá desaparecido y ya sólo quedará la indiferencia, incluso a veces el cariño.

El orgullo es tan humano y tan irracional como enamorarse o sentir celos, conceptos etéricos que se escapan de nuestro control. La vida de por sí es incontrolable: sentimos sin premeditación.

Espero que Neruda se equivocase al decir: 'Es tan corto el amor y tan largo el olvido'.

Escribiendo...

Orgullo dice: '¡El olvido también será corto!'

jueves, 8 de agosto de 2013

Puede que Jesús fuera yogui.

Hoy he leído que Jesús era yogui, que después de la crucifixión sus discípulos viajaron a los confines del mundo a compartir sus enseñanzas y que después el héroe regresó a las montañas de la India donde murió.
En otro momento de mi vida me hubiese reído de esas afirmaciones extraídas de la obra de Könchok Puma, pero ahora ya nada me sobresalta. Ahora creo que todo es posible.
Últimamente mi mundo mental se desdobla demasiado y cada una de sus partes se multiplica. Todo se me presenta tan surrealista que a veces dudo de si el vaso de agua que acabo de beber era alguna substancia alucinógena.
Dicen que me subo mucho por las ramas de la espiritualidad, que me hago demasiadas preguntas retóricas, que la metafísica es el placebo para mis problemas y que me resultaría más útil limitarme a vivir bajo los dictámenes del mundo materialista. Me hablan con la ciencia como bandera, esa que ejerce el monopolio de la razón aunque a veces no la tenga.
No saben que son ellos los que tienen un ángulo de visión limitado. Por ejemplo, no todo el mundo es capaz de ver el arcoíris: depende del lugar en el que te ubiques. Pero desde mi angosta localización puedo distinguir toda la escala cromática, desde el negro azabache más infernal hasta la blanca luz. Todo depende de si la luna de turno provoca marea en mi 80% de agua. Al fin y al cabo nuestro traicionero satélite manda sobre nuestros sentimientos y éstos mandan sobre nosotros.
A veces nos rodeamos de neblina y humo y esperamos a que aparezca alguien que nos airee y, así, nos rescate. Entonces llega un profeta con el mejor consejo del mundo y lo condensa en unas pocas palabras sin necesidad de retórica, es alguien que no necesita la medicina para ser un experto en diagnosticar problemas cardíacos, alguien que de forma desinteresada y virtuosa te rescata de las aguas turbulentas y del humo gris para hacerte saber lo importante y especial que eres. Y sin esperar nada a cambio.
Puedo decir con total convicción que no todos los héroes salen en los libros. Ah, y puede que Jesús fuera yogui.

martes, 11 de junio de 2013

Cuando llega la musa.

La musa de la inspiración va y viene y sus imprevisibles visitas son todo un misterio. En mi afán de darle respuesta a mis inquietudes he hecho un análisis retrospectivo para llegar a entender cuándo y porqué se presenta la señora. Cabe decir que suele ser bastante inoportuna, como aquellos familiares o amigos que se presentan en tu casa un domingo por la mañana, bien temprano, y estás considerablemente perjudicado porque saliste la noche anterior. 
Para empezar, hablando claro, yo no soy de las que van al wc y se inspiran. No, allí uno va por faena y no está precisamente en condiciones de recrearse en la maravilla universal. 
Tampoco soy de las que se van un buen día al campo con la guitarra y entran en un estado de misticismo bucólico o catarsis emocional que hacen que fluya un talento asombroso. Seguramente me distraería contemplando los insectos que se cruzan a mi paso o, poniéndonos escatológicos, descubriendo alguna gran boñiga de caballo. Esos menesteres no me dan para ponerme trascendental.
La musa se pone pesadita cuando estás a punto de subir el primer escalón de la Torre Eiffel, cuando te encuentras con aquel Cinexin y evocas lo mejor de tu pasado, cuando unas pupilas láser te miran y sin saber porqué te sientes abrumado, cuando sales de un espacio/tiempo en el que tu vida se caracterizaba por la gran profilaxis afectiva, cuando destrozan tus cimientos de la noche a la mañana, cuando sientes que eres 'algo' en la inmensidad de este desconocido Universo, cuando aparecen en tu vida personas que brillan hasta en la oscuridad más absoluta.
Sintetizando: la musa llega justo cuando estás vivo, cuando cambias de dirección, cuando tu historia inconexa cobra sentido, cuando por fin tienes algo que contarle a los demás o a ti mismo.
La musa no viene a visitarte cuando vives el día a día como un autómata, sometido a la rutina y a un reloj. Eso, para que me entendáis, sería como llamar al fontanero sin tener problemas con el agua. Si no hay novedades, ¿para qué mierda le haces venir? 
Ir pa ná es tontería.

Recarga neuronal.

Hay muchas maneras de entender el masoquismo. Una de las peores formas de torturarse consiste en hacerse preguntas retóricas constantemente. Es un mal para el que no existe cura, salvo que el individuo entre en estado vegetativo o de coma irreversible. Me caracterizo por ser una de las víctimas de esta condición innata y creo que albergo suficiente conocimiento de causa como para hablar del tema con propiedad.

Siempre he pensado que hay dos tipos de personas con carencias a nivel auditivo: los sordos y los que oyen pero no escuchan. Afortunados son y no me equivoco en mi afirmación. En mis sueños más placenteros disfruto de ineptas orejas, además de un encefalograma plano y un raciocinio de ameba.

Seguramente la actividad cerebral en exceso sea la forma más aguda de ignorancia. No es práctico. Esto vendría a ser como una catedral de arquitectura barroca y pomposa versus Le Corbusier y su funcionalismo. ¿Para qué marear a la perdiz si ya tiene bastante con ser perdiz? ¿De qué sirve tanta recarga neuronal si parece que todo es efímero y absurdo? 

Siempre nos podemos consolar con el 'cogito ergo sum', y es que en latín todo suena bien. Pero los existencialistas, los trascendentales, los cuánticos o no sé con qué eufemismo barato adjetivar a los de nuestra especie (para evitar automutilarme más) no tenemos más remedio que vivir en las profundidades de un perpetuo interrogante.
Acabamos tejiendo realidades paralelas de la manera en que lo dicta nuestra mente pero, como el resto, nunca sabremos nada. Por lo menos nos quedaremos en el intento.

martes, 9 de abril de 2013

Mi armadura se llama Gabriel.

Han pasado casi dos años desde la última actualización. El tiempo es un artificio cósmico que evita que todas las cosas sucedan a la vez, aunque a veces los eventos trascendentes se empeñan en manifestarse condensados. En ese paradigma cuantitativo liderado por el reloj he perdido muchas cosas. Por perder, hasta he llegado a perderme a mí misma.
Pero hace unos meses, cuando me encontraba en un pozo sin fondo, me di cuenta de que atesoro algo de incalculable valor. Se trata de una armadura que a día de hoy llevo puesta, que aminora los golpes y el impacto que provoca cualquier adversidad. Es imperceptible a la vista de los demás, pero existe y está fabricada con materiales nobles: ejemplo, fuerza y amor.

Mi armadura se llama Gabriel.